Flores de Bach en pandemia

Este inédito tiempo que estamos viviendo ha logrado algo muy difícil: hermanarnos. Ha borrado de un plumazo las diferencias que antes hacíamos notar no sin un dejo de envanecimiento. Hoy todos por igual debemos seguir las indicaciones de la autoridad; por ejemplo, mantenernos en casa durante las cuarentenas; usar barbijo y mantener distancia social; lavarnos las manos con frecuencia. Si hemos tenido la suerte de vivir en una comuna con ciertas prerrogativas en cuanto a libertad de desplazamiento, no nos libramos de atenernos al horario de toque de queda. En fin, como los pollos que al final de la tarde corren a recogerse en la seguridad del gallinero, así corremos nosotros, ya sea que vivamos en el centro de la ciudad, en los suburbios o en los barrios residenciales.

También este tiempo de pandemia nos ha hermanado en las emociones: todos hemos sentido y sentimos miedo; todos nos plantamos ante el porvenir con incertidumbre; todos sentimos henchir el pecho de esperanza, de conmiseración por los que han caído derrotados por el virus; todos estamos ansiosos; todos deseamos borrar la distancia social y poder abrazar y besar y todos nos espantamos ante la excesiva proximidad del otro. Todos compartimos el mismo duelo. Una poeta escribió hace algunos meses “todos los muertos son mis muertos”. Y así es. Hoy como nunca antes enfrentamos la muerte estremecidos porque todos los muertos son nuestros muertos.

Y todos nos hemos sentido hermanados ante la misma amenaza letal.

Hoy quiero referirme a nuestra respuesta a esa amenaza que se cierne sobre la supervivencia. Podemos desaparecer porque el virus ataca sin distinción alguna de ninguna clase. Si toca la mala suerte que nuestro sistema inmunitario por alguna razón se encuentra debilitado, seremos presa fácil de la carga viral y no podemos asegurar que nuestro organismo va a responder a esa mayor carga. Y todos sabemos que desde que el ser humano apareció en el planeta hace millones de años, se desarrolló en él un reflejo de defensa ante la amenaza con el fin de sobrevivir. Este reflejo toma una de dos formas en cada uno de nosotros: o luchamos o huimos. Lucha o huida. Acción o reacción. Dos maneras de defendernos de la amenaza y lograr sobrevivir.

La larga e injundiosa práctica en la terapia floral clínica me ha llevado a centrar mis investigaciones sobre el comportamiento humano y su correlato con las emociones en dos aspectos fundamentales:

  • La información energética proveniente del cosmos en conjunto con la información energética de nuestra casa común, la Tierra.
  • La forma en que estas energías in-forman al ser humano, impulsándolo a actuar y a emocionarse de cierto modo y no de otro.

Si hacemos un correlato con el reflejo de supervivencia, vamos a obtener dos amplios grupos que responderán mayoritariamente a la amenaza ya sea luchando o ya sea huyendo.

Quienes luchan? Aquellos que han sido in-formados por las energías del Fuego y del Aire.

Quiénes huyen? Aquellos que han sido in-formados por las energías del Agua y de la Tierra

Y cuáles serán las emociones que surgen en cada caso?

Recurro nuevamente a mi casuística:

Esas emociones, en quienes luchan, son: rabia (Holly); ira y descontrol (Cherry plum); Intolerancia e impaciencia (Impatiens); ansiedad (Heather); desmesura (Vervain); mordacidad (Beech)

Y en quienes huyen y evaden: Vergüenza (Crab Apple); Culpa (Pine); evasión (Wild Rose); desesperación (Sweet Chestnut); rendición (Gentian); paralización (Rock Rose); miedo (Mimulus)

En la próxima entrada profundizaremos en este tema tan importante hoy, tiempo de pandemia.

Publicado por: mariaestercespedes

Soy Terapeuta Floral desde el año 2002. Número de Registro de la Asociación Gremial de Terapeutas Florales de Chile: 253 y dela SEDIBAC con el registro 2104 Autora de los libros "Terapia Floral para niños de hoy" (en conjunto con la Dra. Amanda Céspedes) , "Flores: Energía que sana" (en colaboración con Cecilia Gálvez), y Era una Gotita, del 2016, todos publicados por Ediciones B

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